Los minerales de la arcilla han sido ampliamente utilizados a lo largo de la historia con fines
terapéuticos. Aunque el primer uso registrado de arcillas con usos medicinales (en forma de
tabletas) se produjo en Mesopotamia hacia 2500 antes de nuestra era, existen algunas
evidencias de su uso por ingestión directa en la Prehistoria, probablemente asociada al
aprovechamiento de algunos alimentos y a la protección frente a algunos tóxicos.

Además de en Mesopotamia, también hay constancia escrita de su uso como medicamentos (tierras medicinales) en el antiguo Egipto, en la antigua Grecia, en el Imperio Romano, durante la Edad Media y hasta nuestros días, con una gran presencia en la medicina europea a partir del siglo XIX.

En las últimas décadas los minerales de la arcilla han sido ampliamente empleados en la
industria farmacéutica como excipiente (la parte del medicamento que acompaña a la sustancia que nos trata las enfermedades) o incluso como principio activo (la sustancia que trata las enfermedades), además de como soporte para la liberación controlada de principios activos (es decir, el material que contiene los principios activos que se van liberando poco a poco y que actúan en nuestro organismo durante horas).