Normalmente, nos identificamos de forma digital mediante un nombre de usuario y una contraseña. Este factor de identificación se basa en lo que conocemos. El inconveniente es que, en algunos casos, para recordar contraseñas, recurrimos a construirlas mediante palabras de diccionario. En otros casos, dados los requerimientos de seguridad de los sistemas informáticos, tenemos que construirlas siguiendo una serie de patrones (un número determinado de números, mayúsculas, símbolos, etc.) que no son sencillos de recordar y que acabamos guardándolas en ficheros. En ambos casos, se pueden aplicar ataques para robar la información. Otro factor de identificación es lo que somos a través de nuestra biometría. La biometría es la forma de identificar a las personas usando rasgos biológicos únicos como la huella dactilar. La biometría tampoco está exenta de ataques y, dado que la información es sensible y no se puede modificar, son necesarios esquemas de protección. De forma similar a la huella dactilar (que se origina en el periodo prenatal), los dispositivos físicos electrónicos pueden tener una huella digital basada en las variaciones impredecibles durante el proceso de fabricación. Esta huella digital es única para cada dispositivo y se puede emplear como identificador del mismo. También, es difícil de clonar porque es intrínseca al dispositivo. De hecho, se denomina función física no clonable o PUF (Physical Unclonable Function). Este último factor de identificación se basa en lo que tenemos (un dispositivo). Hablaremos de cómo se pueden combinar estos factores de identificación para crear identidades digitales más seguras.