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Fotografía de Héctor J. Pula Moreno

Héctor J. Pula Moreno

Universidad de Granada

Formación

Extremeño de nacimiento y un poco nómada, pasé parte de mi infancia tierra adentro. Mi adolescencia por el contrario transcurrió junto al mar, en el Estrecho de Gibraltar, lo que me permitió descubrir el increíble mundo submarino que fue un argumento más que suficiente para pensar en mi futuro profesional. Por cuestiones familiares estudié Biología en la Universidad de Extremadura, lejos de la costa, pero desde el principio me interesó todo lo que tuviera algo que ver con la acuicultura. Terminé la carrera montando una piscifactoría de tencas tras haber ganado el 1º Premio del Concurso de Creación de Empresas para Universitarios, promovido por la Gaceta de los Negocios.

Después de este episodio no del todo exitoso surgió la posibilidad de trabajar en el Centro Nacional de Acuicultura de la Junta de Extremadura en Badajoz. En este periodo realicé un máster en Investigación Científica, y de nuevo, motivos familiares me llevaron a trasladarme a Granada donde comencé una nueva etapa profesional más vinculada a la académica. Al llegar a esta universidad hice mi tesis sobre bienestar en animales acuicultura. En este periodo también ingresé en el Consejo de Dirección la Sociedad Española de Acuicultura (SEA) siendo elegido vocal en 2013. Tras pasar por diferentes cargos, en 2022 fui nombrado presidente de esta institución, puesto que he mantenido hasta el pasado mes de junio. Hasta la fecha soy el directivo que ha pasado más tiempo vinculado a este Consejo de Dirección, apoyando y promoviendo la ciencia en la acuicultura de nuestro país.

Gracias a la financiación de CEI·Mar, participé en la puesta en marcha del Aula del Mar CEI·Mar de la Universidad de Granada y actualmente tengo el placer de gestionarla como funcionario de apoyo a la Investigación y Docencia.

Un día en la vida de un científico

Una vez leí una frase que recuerdo a menudo: “Un científico es como una vela; arroja luz pero a costa de quemarse, consumirse e incluso derramar lágrimas”. Suena un poco desalentador y tristemente es una metáfora bastante acertada, en un sistema que te obliga a competir constantemente con tus compañeros e incluso con tus amigos, si no es por un espacio mejor en el laboratorio es por conseguir un proyecto de la última convocatoria…

Todos los días te levantas esperando una resolución de alguna comisión que decide si mereces financiación para desarrollar todo tu potencial o si tienes que esperar a la siguiente. Terminas los días con la sensación de que la burocracia te ha vuelto a ganar y que no has terminado de rellenar el último documento que te falta para “pasar de pantalla”, y en el transcurso de ese día, has tenido que dejar de lado parte de tus aficiones y por supuesto, la atención que merece tu familia.

¿Y merece la pena entonces ser científico? Rotundamente, sí. Está claro que es una vida llena de sacrificios pero merece la pena. La competición, si es honesta, hace que mejores y que te superes día a día; las comisiones y los tribunales antes o después valoran tu esfuerzo y respaldan tu trabajo; si te organizas terminas sacando tiempo para tus aficiones y para tu familia, y aunque tengas que robarle un poco de tiempo a dormir puede que tus sueños se terminen cumpliendo mientras estás despierto.

Aficiones

Los viajes, el buceo, otros deportes náuticos y en definitiva, el resto de las aficiones comunes que puede tener cualquier persona pueden ser también las aficiones de un científico. Pero si tienes suerte, puede que tu trabajo se temine conviertiendo en una de tus aficiones. Que te paguen por estar haciendo algo que te gusta y te apasiona no sería mal plan.

Centro o departamento

Aula del Mar CEI·Mar de la Universidad de Granada

Línea de investigación en la que trabaja actualmente

Trabajo principalmente con organismos acuáticos tanto marinos como de agua dulce y sobre todo con aquellos que se cultivan actualmente o que pueden llegar a cultivarse.

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